Prólogo de "Un Mundo Feliz", de Aldous Huxley
Novelista y ensayista, Aldous Huxley (1894 - 1963) es de esos autores que son mucho más influyentes de lo que se puede suponer. Proveniente de una destacada familia de científicos e intelectuales británicos, su obra no es sin embargo mera erudición, sino que es una buena muestra de un gran bagaje cultural como motor de la creatividad y de la crítica. Además del interés por la ciencia que se refleja en sus textos también hay un interés paralelo en la exploración de regiones olvidadas por el racionalismo moderno, como la sabiduría de las civilizaciones antiguas, el misticismo o el empleo de drogas varias. Todo lo anterior lo convierte en un autor fundamental para el posterior desarrollo de la contracultura americana de los años '60. Ese solo hecho da cuenta de que estamos ante un verdadero peso pesado de la cultura del siglo pasado.
Lo que viene a continuación es el prólogo del que es por lejos su libro más reconocido, "Un Mundo Feliz" Considerado como una de los libros de ciencia ficción más importantes de todos los tiempos, el futuro mostrado en "Un Mundo Feliz" pareciera más que nunca estar a la vuelta de la esquina. Un mundo hedonista, separado por castas generadas mediante la combinación de ingeniería genética y producción en serie, en el cual las utopías de Freud y Ford se dan la mano para crear la tiranía perfecta, en la cual el individuo como tal no existe y si es que llegase a asomar un atisbo de autoconciencia existe como recurso de represión la satisfacción completa de todas las necesidades mediante el arte sintético, el sexo y las drogas al alcance de todos. Un mundo que surge a raíz de una crisis mundial que hace que las masas clamen por ser controladas con tal de que no perecer y que en consecuencia son controlados de manera fácil y efectiva por los Grandes Intereventores. Da la impresión de que, como dice bien su autor, parece bastante probable que dicho sistema se implante en un plazo bastante más corto del que se cree, aunque el hecho de que exista una posibilidad cierta de que pudiese ocurrir ya nos debería poner en guardia. Las herramientas tecnológicas e ideológicas ya están ahí, así que es solamente cuestión de tiempo de que se utilicen de la manera adecuada para dar el resultado requerido. En ese sentido "Un Mundo Feliz", al igual que otros imperdibles como la "Rebelión en la Granja" por ejemplo, debieran funcionar como advertencia ante una realidad que se encuentra mucho más próxima a nosotros de lo que quisiéramos creer.
A los que les haya picado el bichito y quieran seguir con esta entrado o leer el libro, hay que advertir que hay varios spoilers en el prólogo mismo, pero que son igualmente interesantes de leer, por el ejercicio de autoanálisis que el propio Huxley hace de su criatura..
El remordimiento crónico, y en ello están acordes todos los moralistas, es un
sentimiento sumamente indeseable. Si has obrado mal, arrepiéntete, enmienda tus yerros
en lo posible y encamina tus esfuerzos a la tarea de comportarte mejor la próxima vez.
Pero en ningún caso debes entregarte a una morosa meditación sobre tus faltas.
Revolcarse en el fango no es la mejor manera de limpiarse.
También el arte tiene su moral, y muchas de las reglas de esta moral son las mismas
que las de la ética corriente, o al menos análogas a ellas. El remordimiento, por ejemplo,
es tan indeseable en relación con nuestra creación artística como en relación con las
malas acciones. En el futuro, la maldad debe ser perseguida, reconocida, y, en lo posible,
evitada. Llorar sobre los errores literarios de veinte años atrás, intentar enmendar una
obra fallida para darle la perfección que no logró en su primera ejecución, perder los
años de la madurez en el intento de corregir los pecados artísticos cometidos y legados
por esta persona ajena que fue uno mismo en la juventud, todo ello, sin duda, es vano
y fútil. De aquí que este nuevo UN MUNDO FELIZ sea exactamente igual al viejo. Sus
defectos como obra de arte son considerables; mas para corregirlos debería haber vuelto
a escribir el libro, y al hacerlo, como un hombre mayor, como otra persona que soy,
probablemente hubiese soslayado no sólo algunas de las faltas de la obra, sino también
algunos de los méritos que poseyera originalmente. Así, resistiéndome a la tentación de
revolcarme en los remordimientos artísticos, prefiero dejar tal como está lo bueno y lo
malo del libro y pensar en otra cosa.
Sin embargo, creo que sí merece la pena, al menos, citar el más grave defecto de la
novela, que es el siguiente. Al Salvaje se le ofrecen sólo dos alternativas: una vida
insensata en Utopía, o la vida de un primitivo en un poblado indio, una vida más
humana en algunos aspectos, pero en otros casi igualmente extravagante y anormal. En
la época en que este libro fue escrito, esta idea de que a los hombres se les ofrece el
libre albedrío para elegir entre la locura de una parte y la insania de otra, se me antojaba
divertida y la consideraba como posiblemente cierta. Sin embargo, en atención a los
efectos dramáticos, a menudo se permite al Salvaje hablar más racionalmente de lo que
su educación entre los miembros practicantes de una religión, que es una mezcla del
culto a la fertilidad y de la ferocidad de los Penitentes, le hubiese permitido hacerlo en
realidad. Ni siquiera su conocimiento de Shakespeare basta para justificar sus
expresiones. Y al final, naturalmente, se les hace abandonar la cordura, su Penitentismo
nativo recobra la autoridad sobre él, y el Salvaje acaba en una autotortura de maniático
y un suicidio de desesperación. Y así, después de todo, murieron miserablemente, con
gran satisfacción por parte del divertido y pirrónico esteta que era el autor de la fábula.
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"Comunidad, Identidad, Estabilidad", el emblema del Estado Mundial |
Pero volviendo al futuro... Si ahora tuviera que volver a escribir este libro, ofrecería
al Salvaje una tercera alternativa. Entre los cuernos utópico y primitivo de este dilema,
yacería la posibilidad de la cordura, una posibilidad ya realizada, hasta cierto punto, en
una comunidad de desterrados o refugiados del MUNDO FELIZ, que viviría en una
especie de Reserva. En esta comunidad, la economía sería descentralista y al estilo de
Henry George, y la política kropotkiniana y cooperativista. La ciencia y la tecnología
serían empleadas como si, lo mismo que el Sabbath, hubiesen sido creadas para el
hombre, y no (como en la actualidad) el hombre debiera adaptarse y esclavizarse a ellas.
La religión sería la búsqueda consciente e inteligente del Fin último del hombre, el
conocimiento unitivo del Tao o Logos inmanente, la transcendente Divinidad de
Brahma. Y la filosofía de la vida que prevalecería sería una especie de Alto Utilitarismo,
en el cual el principio de la Máxima Felicidad sería supeditado al principio del Fin último,
de modo que la primera pregunta a formular y contestar en toda contingencia de la vida
sería: ¿Hasta qué punto este pensamiento o esta acción contribuye o se interfiere con
el logro, por mi parte y por parte del mayor número posible de otros Individuos, del Fin
último del hombre?
Educado entre los primitivos, el Salvaje (en esta hipotética nueva versión del libro)
no sería trasladado a Utopía hasta después de que hubiese tenido oportunidad de
adquirir algún conocimiento de primera mano acerca de la naturaleza de una sociedad
compuesta de individuos que cooperan libremente, consagrados al logro de la cordura.
Con estos cambios, UN MUNDO FELIZ poseería una perfección artística y (si cabe
emplear una palabra tan trascendente en relación con una obra de ficción) filosófica, de
la cual, en su forma actual, evidentemente carece.
Pero UN MUNDO FELIZ es un libro acerca del futuro, y, aparte sus cualidades artísticas o filosóficas, un libro sobre el futuro puede interesarnos solamente si sus
profecías parecen destinadas, verosímilmente, a realizarse. Desde nuestro punto de mira
actual, quince años más abajo en el plano inclinado de la historia moderna, ¿hasta qué
punto parecen plausibles sus pronósticos? ¿Qué ha ocurrido en este doloroso intervalo
que confirme o invalide las previsiones de 1931?
Inmediatamente se nos revela un gran y obvio fallo de previsión. UN MUNDO
FELIZ no contiene referencia alguna a la fisión nuclear. Y, realmente, es raro que no la
contenga; porque las posibilidades de la energía atómica eran ya tema de
conversaciones populares algunos años antes de que este libro fuese escrito. Mi viejo
amigo Robert Nichols incluso había escrito una comedia de éxito sobre este tema, y
recuerdo que también yo lo había mencionado en una narración publicada antes de
1930. Así, pues, como decía, es muy extraño que los cohetes y helicópteros del siglo VII
de Nuestro Ford no sean movidos por núcleos desintegrados. Este fallo no puede
excusarse; pero sí cabe explicarlo fácilmente. El tema de UN MUNDO FELIZ no es el
progreso de la ciencia en cuanto afecta a los individuos humanos. Los logros de la
física, la química y la mecánica se dan, tácitamente, por sobrentendidos. Los únicos
progresos científicos que se describen específicamente son los que entrañan la
aplicación a los seres humanos de los resultados de la futura investigación en biología,
psicología y fisiología. La liberación de la energía atómica constituye una gran
revolución en la historia humana, pero no es (a menos que nos volemos a nosotros
mismos en pedazos poniendo así punto final a la historia) la última revolución ni la más
profunda.
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El hongo atómico de Hiroshima (1945) |
Esta revolución realmente revolucionaria deberá lograrse, no en el mundo externo,
sino en las almas y en la carne de los seres humanos. Viviendo como vivió en un
período revolucionario, el marqués de Sade hizo uso con gran naturalidad de esta teoría
de las revoluciones con el fin de racionalizar su forma peculiar de insania. Robespierre
había logrado la forma más superficial de revolución: la política. Yendo un poco más
lejos, Babeuf había intentado la revolución económica. Sade se consideraba a sí mismo
como el apóstol de la revolución auténticamente revolucionaria, más allá de la mera
política y de la economía, la revolución de los hombres, las mujeres y los niños
individuales, cuyos cuerpos debían en adelante pasar a ser propiedad sexual común de
todos, y cuyas mentes debían ser lavadas de todo pudor natural, de todas las
inhibiciones, laboriosamente adquiridas, de la civilización tradicional. Entre sadismo y
revolución realmente revolucionaria no hay, naturalmente, una conexión necesaria o
inevitable. Sade era un loco, y la meta más o menos consciente de su revolución eran
el caos y la destrucción universales. Las personas que gobiernan el Mundo Feliz pueden
no ser cuerdas (en lo que podríamos llamar el sentido absoluto de la palabra), pero no
son locos de atar, y su meta no es la anarquía, síno la estabilidad social. Para lograr esta estabilidad llevan a cabo, por medios científicos, la revolución final, personal, realmente
revolucionaria.
En la actualidad nos hallamos en la primera fase de lo que quizá sea la penúltima
revolución. Su próxima fase puede ser la guerra atómica, en cuyo caso no vale la pena
que nos preocupemos por las profecías sobre el futuro. Pero cabe en lo posible que
tengamos la cordura suficiente, si no para dejar de luchar unos con otros, al menos para
comportarnos tan racionalmente como lo hicieron nuestros antepasados del siglo XVIII.
Los horrores inimaginables de la Guerra de los Treinta Años enseñaron realmente una
lección a los hombres, y durante más de cien años los políticos y generales de Europa
resistieron conscientemente la tentación de emplear sus recursos militares hasta los
límites de la destrucción o (en la mayoría de los casos) para seguir luchando hasta la
total aniquilación del enemigo. Hubo agresores, desde luego, ávidos de provecho y de
gloria; pero hubo también conservadores, decididos a toda costa a conservar intacto
su mundo. Durante los últimos treinta años no ha habido conservadores; sólo ha
habido radicales nacionalistas de derecha y radicales nacionalistas de izquierda.
El último hombre de Estado conservador fue el quinto marqués de Lansdowne; y
cuando escribió una carta a The Times sugiriendo que la Primera Guerra Mundial debía
terminar con un compromiso, como habían terminado la mayoría de las guerras del siglo
XVIII, el director de aquel diario, otrora conservador, se negó a publicarla. Los radicales
nacionalistas no se salieron con la suya, con las consecuencias que todos conocemos:
bolchevismo, fascismo, inflación, depresión, Hitler, la Segunda Guerra Mundial, la ruina
de Europa y todos los males imaginables menos el hambre universal.
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"La Ciudad Destruida", de Ossip Zadkine (1890 - 1967) |
Suponiendo, pues, que seamos capaces de aprender tanto de Hiroshima como
nuestros antepasados de Magdeburgo, podemos esperar un período, no de paz,
ciertamente, pero sí de guerra limitada y sólo parcialmente ruinosa. Durante este período
cabe suponer que la energía nuclear estará sujeta al yugo de los usos industriales. El
resultado de ello será, evidentísimamente, una serie de cambios económicos y sociales
sin precedentes en cuanto a su rapidez y radicalismo. Todas las formas de vida humana
actuales estarán periclitadas y será preciso improvisar otras nuevas formas adecuadas
al hecho —no humano— de la energía atómica. Procusto moderno, el científico nuclear
preparará el lecho en el cual deberá yacer la Humanidad; y si la Humanidad no se adapta
al mismo..., bueno, será una pena para la Humanidad. Habrá que forcejear un poco y
practicar alguna amputación, la misma clase de forcejeos y de amputaciones que se
están produciendo desde que la ciencia aplicada se lanzó a Ia carrera; sólo que esta vez,
serán mucho más drásticos que en el pasado. Estas operaciones, muy lejos de ser
indoloras, serán dirigidas por gobiernos totalitarios sumamente centralizados. Será
inevitable; porque el futuro inmediato es probable que se parezca al pasado inmediato,
y en el pasado inmediato los rápidos cambios tecnológicos, que se produjeron en una economía de producción masiva y entre una población predominantemente no
propietaria, han tendido siempre a producir un confusionismo social y económico. Para
luchar contra la confusión el poder ha sido centralizado y se han incrementado las
prerrogativas del Gobierno. Es probable que todos los gobiernos del mundo sean más
o menos enteramente totalitarios, aun antes de que se logre domesticar la energía
atómica; y parece casi seguro que lo serán durante el progreso de domesticación de
dicha energía y después del mismo.
Desde luego, no hay razón alguna para que el nuevo totalitarismo se parezca al
antiguo. El Gobierno, por medio de porras y piquetes de ejecución, hambre
artificialmente provocada, encarcelamientos en masa y deportación también en masa no
es solamente inhumano (a nadie, hoy día, le importa demasiado este hecho); se ha
comprobado que es ineficaz, y en una época de tecnología avanzada la ineficacia es un
pecado contra el Espíritu Santo. Un Estado totalitario realmente eficaz sería aquel en el
cual los jefes políticos todopoderosos y su ejército de colaboradores pudieran gobernar
una población de esclavos sobre los cuales no fuese necesario ejercer coerción alguna
por cuanto amarían su servidumbre. Inducirles a amarla es la tarea asignada en los
actuales estados totalitarios a los Ministerios de Propaganda, los directores de los
periódicos y los maestros de escuela. Pero sus métodos todavía son toscos y
acientíficos. La antigua afirmación de los jesuitas, según los cuales si se encargaban de
la educación del niño podían responder de las opiniones religiosas del hombre, fue
dictada más por el deseo que por la realidad de los hechos. Y el pedagogo moderno
probablemente es menos eficiente en cuanto a condicionar los reflejos de sus alumnos
de lo que lo fueron los reverendos padres que educaron a Voltaire. Los mayores triunfos
de la propaganda se han logrado, no haciendo algo, sino impidiendo que ese algo se
haga. Grande es la verdad, pero más grande todavía, desde un punto de vista práctico,
el silencio sobre la verdad. Por el simple procedimiento de no mencionar ciertos temas,
de bajar lo que Mr. Churchill llama un telón de acero entre las masas y los hechos o
argumentos que los jefes políticos consideran indeseables, la propaganda totalitarista
ha influido en la opinión de manera mucho más eficaz de lo que lo hubiese conseguido
mediante las más elocuentes denuncias y las más convincentes refutaciones lógicas.
Pero el silencio no basta. Si se quiere evitar la persecución, la liquidación y otros
síntomas de fricción social, es preciso que los aspectos positivos de la propaganda
sean tan eficaces como los negativos. Los más importantes Proyectos Manhattan del
futuro serán vastas encuestas patrocinadas por los gobiernos sobre lo que los políticos
y los científicos que intervendrán en ellas llamarán el problema de la felicidad; en otras
palabras, el problema de lograr que la gente ame su servidumbre. Sin seguridad
económica, el amor a la servidumbre no puede llegar a existir; en aras a la brevedad, doy
por sentado resolver el problema de la seguridad permanente. Pero la seguridad tiende muy rápidamente a darse por sentada. Su logro es una revolución meramente superficial,
externa. El amor a la servidumbre sólo puede lograrse como resultado de una revolución
profunda, personal, en las mentes y los cuerpos humanos. Para llevar a cabo esta
revolución necesitamos, entre otras cosas, los siguientes descubrimientos e inventos.
En primer lugar, una técnica mucho más avanzada de la sugestión, mediante el
condicionamiento de los infantes y, más adelante, con la ayuda de drogas, tales como
la escopolamina. En segundo lugar, una ciencia, plenamente desarrollada, de las
diferencias humanas, que permita a los dirigentes gubernamentales destinar a cada
individuo dado a su adecuado lugar en la jerarquía social y económica. (Las clavijas
redondas en agujeros cuadrados tienden a alimentar pensamientos peligrosos sobre el
sistema social y a contagiar su descontento a los demás.) En tercer lugar (puesto que
la realidad, por utópica que sea, es algo de lo cual la gente siente la necesidad de
tomarse frecuentes vacaciones), un sustitutivo para el alcohol y los demás narcóticos,
algo que sea al mismo tiempo menos dañino y más placentero que la ginebra o la
heroína. Y finalmente (aunque éste sería un proyecto a largo plazo, que exigiría
generaciones de dominio totalitario para llegar a una conclusión satisfactoria), un
sistema de eugenesia a prueba de tontos, destinado a estandardizar el producto humano
y a facilitar así la tarea de los dirigentes. En UN MUNDO FELIZ esta uniformización del
producto humano ha sido llevada a un extremo fantástico, aunque quizá no imposible.
Técnica e ideológicamente, todavía estamos muy lejos de los bebés embotellados y los
grupos de Bokanowsky de adultos con inteligencia infantil. Pero por los alrededores del
año 600 de la Era Fordiana, ¿quién sabe qué puede ocurrir? En cuanto a los restantes
rasgos característicos de este mundo más feliz y más estable —los equivalentes del
soma, la hipnopedia y el sistema científico de castas—, probablemente no se hallan más
que a tres o cuatro generaciones de distancia. Ya hay algunas ciudades americanas en
las cuales el número de divorcios iguala al número de bodas. Dentro de pocos años, sin
duda alguna, las licencias de matrimonio se expenderán como las licencias para perros,
con validez sólo para un período de doce meses, y sin ninguna ley que impida cambiar
de perro o tener más de un animal a la vez. A medida que la libertad política y económica
disminuye, la libertad sexual tiende, en compensación, a aumentar. Y el dictador (a
menos que necesite carne de cañón o familias con las cuales colonizar territorios
desiertos o conquistados) hará bien en favorecer esta libertad. En colaboración con la
libertad de soñar despiertos bajo la influencia de los narcóticos, del cine y de la radio,
la libertad sexual ayudará a reconciliar a sus súbditos con la servidumbre que es su
destino.
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Ilustración de Miguel Brieva (España c.2014) |
Sopesándolo todo bien, parece como si la Utopía se hallara más cerca de nosotros
de lo que nadie hubiese podido imaginar hace sólo quince años. Entonces, la situé para
dentro de seiscientos años en el futuro. Hoy parece posible que tal horror se implante entre nosotros en el plazo de un solo siglo. Es decir, en el supuesto de que sepamos
reprimir nuestros impulsos de destruirnos en pedazos en el entretanto. Ciertamente, a
menos que nos decidamos a descentralizar y emplear la ciencia aplicada, no como un fin
para el cual los seres humanos deben ser tenidos como medios, sino como el medio para
producir una raza de individuos libres, sólo podremos elegir entre dos alternativas: o
cierto número de totalitarismos nacionales, militarizados, que tendrán sus raíces en el
terror que suscita la bomba atómica, y, en consecuencia, la destrucción de la civilización
(o, si la guerra es limitada, la perpetuación del militarismo); o bien un solo totalitarismo
supranacional cuya existencia sería provocada por el caos social que resultaría del
rápido progreso tecnológico en general y la revolución atómica en particular, que se
desarrollaría, a causa de la necesidad de eficiencia y estabilidad, hasta convertirse en
la benéfica tiranía de la Utopía. Usted es quien paga con su dinero, y puede elegir a su
gusto.
No he visto nada tan perfecto como el hechizo del DR. WALE. Escribo este artículo para agradecerle al DR. WALE, el poderoso hechicero que me ayudó recientemente a recuperar a mi ex amante que me dejó por otra mujer sin ningún motivo durante los últimos cinco años. Después de ver una publicación en Internet de una mujer llamada Rose Gilbert que decía cómo WALE la había ayudado, también decidí contactarlo para pedirle ayuda porque no tenía otra opción. Todo lo que quería era recuperar a mi amante. Después de contactar al DR. WALE, me dijeron que pagara todos los materiales necesarios para realizar el hechizo, y pagué todo. El DR. WALE me dijo que después de algunas semanas mi esposo volvería conmigo. La buena noticia aquí es que después de algunas semanas mi esposo regresó a mí. Para mi mayor sorpresa, mi esposo llegó a casa de rodillas para que yo encontrara un lugar en mi corazón para perdonarlo, estaba realmente asombrada y conmocionada cuando mi amante se arrodilló pidiendo perdón y que lo aceptara de nuevo. Realmente me faltan expresiones y no sé cuánto transmitirle mi agradecimiento, DR. WALE, usted es un enviado de Dios para restaurar una relación rota, y ahora soy una mujer alegre, el DR. WALE es la respuesta a todos los problemas. Español:Sus datos de contacto son: WhatsApp/Viber: +2347054019402 o correo electrónico: drwalespellhome@gmail.com
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