Abu Talib


Cuando se lee la historia de los fundadores de las grandes religiones actuales obviamente hay diferencias, pero también hay semejanzas muy interesantes. Más allá de la mitificación y la conversión en arquetipo en que se convierten siempre hay una resonancia profundamente humana en sus vidas. Sacando cualquier elemento que a la mente contemporánea le puede parecer ofensivo (entiéndase sobrenatural o "atrasado") y hablando en términos puramente seculares siempre se termina topando con la misma constatación: que gente como Buda o Jesús por ejemplo eran personas que habían entendido de forma tan profunda los problemas que aquejaban a su gente que se vieron en la necesidad de aportar una solución radical. Y con radical nos referimos con una solución que afecte todos y cada uno de los ámbitos de la vida humana: el espiritual, claro que sí, pero también el político y el ético. En la Antigüedad y en el Medioevo se entendía que cualquier reforma sobre el ser humano pasaba por una reforma completa en estos tres ámbitos. Es algo que nuestra mentalidad moderna se resiste enconadamente a aceptar, tan acostumbrados estamos a pensar el espíritu y la materia como entidades separadas.
Esta digresión se hace necesaria también para entender muchas circunstancias en las que se desenvolvieron no sólo los fundadores de las grandes tradiciones religiosas, sino que también las que afectaron a las personas que los rodeaban: sus adeptos, sus adversarios. A través de ellos también entendemos particularidades de los que deben ser los personajes más enigmáticos de la Antigüedad, al punto que su historicidad se hace difusa y sus rasgos personales se anulan o se malinterpretan.
Los personajes secundarios de la historia muchas veces son aún más enigmáticos que el principal, más que nada por la falta de datos que solemos poseer, pero siempre hay alguno que descolla. En la historia de Jesús por ejemplo siempre me ha llamado la atención Pedro, tan humano, lleno de dudas y de fallas al punto de que uno se pregunta porqué el galileo lo eligió como segundo al mando (mando muy disputado por los demás dicho sea de paso) En el budismo me llama mucho la atención Devadatta y su envidia profunda hacia el Sakyamuni. Cuesta creer que alguien con tanta negrura en el corazón hubiera podido ser seguidor suyo pero ahí está su presencia atestiguada en varias fuentes. Ambos se destacan igualmente por sus atributos negativos, que también reflejan los temores de las comunidades incipientes, igualmente fascinadas y aterradas por la impecabilidad de los maestros.
Hay uno que me interesa particularmente, más que los anteriores, y ese es Abu Talib. Del islam se suele decir que es de todas las religiones la que mejor se conoce la vida de su fundador debido a la abundancia de fuentes escritas de primera mano, pero eso no pasa de ser un lugar común, y falso por lo demás. El Corán es muy tangencial a la hora de referir hechos de la vida de Muhammad, y la otra gran fuente (los hadices) presenta los mismos problemas de transmisión textual que los Evangelios (contradicciones, redacción tardía…) Por lo tanto, si bien acá no tenemos duda de la historicidad de ningún personaje en particular se nos hace difícil discernir entre la verdad histórica y la interpretación posterior. Aun así tenemos nuestra opinión: la historicidad acá (y siempre a decir verdad) tiene una importancia secundaria. Lo importante es cómo las generaciones posteriores son capaces de articular unos hechos concretos en términos simbólicos y cómo esos símbolos logran articular a su vez sus propias vidas. De esa manera se termina generando la famosa tradición, que puede que se base en un modelo eterno e increado, pero que en última instancia es una forma de acceder a dicho modelo a través de la realidad concreta, mediada por una simbología determinada, que a su vez se puede desarrollar y hasta cambiar según sea necesario, para tirria de los mal llamados "tradicionalistas".Vamos a dar algunas señas biográficas, aunque tampoco es lo que nos interesa.


Panorámica del Jannatul Mualla, mausoleo donde estaba enterrado Abu Talib antes de su demolición por los saudíes en 1925

Abu Talib fue tío paterno de Muhammad. Como sus padres mueren siendo éste muy pequeño queda a su cuidado y lo cría como a uno más de la familia. Eso no significa necesariamente que lo haya adoptado como hijo. Los huérfanos en la Arabia preislámica lo pasaban muy mal y muchas veces si se echaban algo a la boca era después de que los que los acogían comían primero. Es de suponer que no siempre sobraba comida. Sin embargo al parecer Abu Talib fue un buen hombre con Muhammad: testimonio de ello es la protección que el primero le otorga al segundo cuando empiece a predicar y el hecho que el segundo, ya adulto, adoptara como hijo putativo a ‘Ali, hijo menor de Abu Talib y por ende primo de Muhammad, y que sellase este vínculo de forma definitiva al casar a 'Ali con su hija Fátima. De esa unión saldría toda la progenie del profeta hasta el día de hoy.
Había una relación estrecha entre ambos entonces. Sin embargo esta relación se va a ver puesta a prueba cuando Muhammad asegure que ha recibido la orden de Allah para exhortar a los suyos al monoteísmo. Va a ser un llamado tan radical que incluso los árabes judaizados y cristianizados del Hiÿaz lo van a encontrar excesivo. Para qué decir los árabes que habían permanecido fiel al paganismo tradicional, y que eran la abrumadora mayoría. Comienza así un periodo turbulento de varios años en los cuales, tras confiarle este secreto a los más cercanos, Muhammad decide predicar el mensaje del islam a todo aquel dispuesto a escucharlo. Abu Talib en ese momento se había erigido como el jefe del clan de Banu Hashim, al que pertenecía el profeta. La muruwwah (nombre del código de honor que existía en ese entonces) no permitía que a un miembro del clan fuese asesinado de forma impune sin que hubiera una represalia sobre el grupo agraviado. Las razzias eran algo común entre los árabes de la época. El resto de los clanes de Quraysh (la tribu que a la sazón gobernaba en La Meca) empezó a ver con preocupación el activismo de Muhammad, y exhortaron a Abu Talib a que quitase su protección sobre él. Si lo hacía y algo le ocurría después nadie iba a reprochárselo, ya que un marginado del clan y de la tribu era un paria en la sociedad de ese entonces y por lo tanto alguien absolutamente “eliminable”. Abu Talib podría haberlo hecho y se habría ahorrado muchos problemas…

Pero no lo hizo.

Y aquí viene lo interesante ¿Porqué actuó de esa manera? Si hubiera actuado de otra manera es probable que se habría ahorrado mucha de la amargura que le entregaron en los últimos años de su vida. Varias veces intentaron sobornarlo. Nunca aceptó. Incluso hubo una amenaza de luchar contra Banu Hashim por este asunto, una amenaza de guerra civil en pocas palabras. Cuando todas las tentativas pacíficas fracasaron entonces Quraysh decidió boicotear económicamente a Banu Hashim: se prohibió comerciar o entablar relaciones de amistad o parentesco con ellos. Ante este anatema que duró tres años Abu Talib permaneció igual de imperturbable en su decisión de apoyar a Muhammad. El barrio de los hachemíes empezó a verse más a un gueto que a un lugar donde vivían miembros prominentes de La Meca. Varias veces Abu Talib intentó disuadir a su sobrino de dejar de difundir sus ideas, pero éste una vez le replicó con una frase que ha llegado a ser célebre como ejemplo de incorruptibilidad:

«¡Oh tío! Por Allah ta’ala juro, incluso si me pusieran el Sol en mi mano derecha y la Luna en la izquierda, que no abjuraría de esta causa, no lo haré hasta que Allah la haya vindicado o me haga perecer en el proceso».

Muhammad visita a Abu Talib en su lecho de muerte (del Siyer-i-Nebi, manuscrito otomano del s. VIII de la Hégira/s. XIVd.C)

Quizá se sentía con el deber de proteger al único hijo de su hermano muerto hace años. O puede que hubiera algo en las palabras de su sobrino que le resonaban a un nivel profundo y se sintiese inclinado a protegerlo porque algo de verdad intuía en él, aunque no atinara a darse cuenta de qué exactamente. Si bien nunca lo sabremos a ciencia cierta lo más probable es que algo de ambas cosas hubo, y quizá muchas más.
Fueron nada menos que diez años en los cuales Abu Talib protegió a Muhammad, los cuales siempre se han tenido como los más crudos de su misión, lo que no deja de ser poco en la vida de alguien que posteriormente se vería obligado a experimentar pruebas tan amargas como el exilio y el uso de las armas para defender a los suyos. Pasados esos diez años y tras muchas penurias Abu Talib murió. El mando del clan pasó a manos de su hermano Abu Lahab, quien le negó la sal y el agua al profeta. En el Corán una de las maldiciones más sonoras y de las pocas en que se identifica a un personaje concreto es a él (en la sura Al Massad1) La presión se haría insostenible y Muhammad con sus seguidores optaron por emigrar y establecerse en Yatrib. Pero esa es otra historia, y que ya está muy contada.
El interés que en lo personal me suscita la figura de Abu Talib es que siento que su actitud es muy parecida al del humano moderno. Cabe imaginar a alguien exitoso, un hombre de negocios por ejemplo, que sin embargo vive con una sensación de vacío interior enorme. De repente surge algo (una persona, un signo…) que le indica una respuesta. Sin embargo la duda es más fuerte… o quizá lo más fuerte es el aferrarse a la seguridad que entrega lo que ya se posee, en vez de lanzarse a un viaje que se sabe que puede ser más beneficioso que cualquier cosa que se posea en este momento. Se queda entonces donde está, con la confusión interior sin resolver y admirando la señal desde lejos, entendiendo lo que representa pero sin el valor suficiente para hacerla suya. Muchas de las incertidumbres que afectan nuestra sociedad actual se pueden explicar de esta manera. Sabemos que estamos cojos, sabemos que hay una solución, o varias si se quiere pero nos acostumbramos a nuestra cojera y nos da miedo sanarnos de ella al punto que si se nos ofrece una cura decimos que no. Y seguimos rengueando hasta que nos morimos.
La tradición shi'i sin embargo establece otro punto de vista, muy interesante: Abu Talib murió como musulmán, es decir que aceptó que lo que su sobrino predicaba era cierto y que simplemente disimuló su creencia para poder protegerlo a él y a sí mismo de la muerte. También es una posibilidad, si atendemos al cariño que le profesó a Muhammad y viceversa, o hadices que se remontan a los compañeros más cercanos al profeta, o más tardíos como los de los Imames2. Y también es algo que ocurre en el mundo contemporáneo: la garra que constriñe es tan fuerte que muchas veces nos vemos impelidos a ocultar nuestros ideales y amores más profundos con tal de no perecer. Pero aún así muchas veces intentamos actuar conforme a ese ideal. Aunque muchas veces salga el tiro por la culata y nos disparemos en los pies. Así nos damos cuenta una vez más que personajes como éste encierran un algo arquetípico que resuena al interior y que los hace universales, ya que la explicación de sus conductas nos ayuda a explicarnos a nosotros mismos y así poder mejorar. Quizá esa es la intención divina al ponerlos en el camino de los profetas, pero Allah sabe más.















1“¡Perezcan las manos de Abu Lahab, y perezca él!
¿De qué ha de servirle su riqueza y cuanto ha adquirido?
Tendrá que sufrir un fuego llameante
junto con su esposa, esa acarreadora de infamias:
alrededor de su cuello una soga de fibras retorcidas.”

2Del Imam Al Baquir: “Si colocásemos la fe de Abu Talib en una balanza y la fe de esa gente en el otro, la fe de Abu Talib tendría exceso” 

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