La fractura de Puerto Montt
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Calle Antonio Varas, centro del comercio popular de Puerto Montt |
Chile es un país fracturado. Fracturado no sólo geográficamente
sino que también a nivel social. Eso, que para un observador
extranjero podría no ser novedad si se hablara de otros países de
Latinoamérica, en el caso de Chile sí puede llegar a serlo. Cierto
analista extranjero decía que las recientes protestas en nuestro
país eran (a diferencia de lo que ocurre en Venezuela o en
Argentina) una revuelta “del primer mundo”, ya que el modelo
chileno es exitoso y lo que la gente busca es un mero “ajuste”1.
Lo inverosímil de ese análisis da cuenta de que nuestros políticos
y empresarios lo han hecho muy bien al mostrar una imagen de Chile
que no es tal, y que los extranjeros que vienen no conocen más allá
del lado turístico y bonito y se quedan con una postal de Chile que
es sólo eso, una mera postal.
La realidad es que no somos el país más próspero de Sudamérica. O
sea, puede que sí, pero esa prosperidad no le llega a todo el mundo
de igual forma. Lo de que nuestra institucionalidad es la más
estable de la región también es una verdad a medias: en el último
tiempo han salido a la luz múltiples casos de corrupción, donde la
Iglesia, la Fuerza Pública, los empresarios y los políticos
aparecen manchados por todos lados, relacionados entre sí en unas tramas dignas del siglo XIX, sin mencionar que el rayado de
cancha de este país se hizo de forma bastante dudosa con la
Constitución del '80, que rige en Chile hasta el día de hoy.
Pero sin duda alguna que la fractura más grande que poseemos es la
social. Este es un país donde en la práctica rige un sistema de
castas. Cuando un chileno conoce a otro siempre se repiten las mismas
preguntas: Dónde vives? Dónde estudiaste? En qué trabajas? Con
esas tres sencillas preguntas el chileno que pregunta puede hacer un
escaneo de quién es su interlocutor y evaluar si es conveniente o no
entablar algún tipo de comunicación con esa persona.
En la capital esas fracturas, si bien son evidentes, por alguna razón
no son tan groseras. Quizá se deba a que existen comunas (donde
viven cientos de miles, o millones de personas) que son de lo que se
ha venido a llamar “clase media”, que es un término comodín
para designar a aquella gente que si bien es de escasos recursos
tiene capacidad de endeudamiento y por lo tanto puede aspirar a vivir
como alguien acomodado aunque en estricto rigor nada de lo que posea
sea suyo en su totalidad: la casa, el auto, los muebles, la educación
, la salud y la comida, todo se lo deben a sus respectivos
acreedores. Viven en la ilusión de pretender ser algo que no son a
costa de que al menor remezón pierdan todo lo que creen tener. Las
comunas de clase media son la mayoría en el Gran Santiago y tienden
a borronear la barrera existente entre los dos extremos de la cuerda.
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Población Modelo, con el histórico cementerio al fondo. |
En regiones este panorama tiende a no ser así. Los centros urbanos
son mucho más pequeños y los barrios más acotados. Pero lo que no
suele cambiar es la segregación. La segregación más común es que
existan centros urbanos bicéfalos, donde existen dos ciudades, la
ciudad que trabaja y la ciudad que disfruta. Ambas se retroalimentan
en una especie de simbiosis que en la mejor de las veces es de tipo
comensalista y en la peor de tipo parasitaria. Ejemplos conocidos son
el eje Valparaíso-Viña, o Coquimbo-La Serena.
En el sur de Chile quizá el ejemplo más paradigmático es el eje
Puerto Montt-Puerto Varas. Esta última la verdad es que no es una
ciudad que posea algo realmente destacable, ya que con el paso de los
años los nuevos ricos que se han ido instalando allí han ido
acabando poco a poco con el amable localismo que caracteriza a las
pequeñas localidades de la Región de los Lagos y se ha ido
transformando en un mero resort más, al estilo de Pucón o Reñaca,
pero con el añadido del benéfico clasismo que caracteriza al sureño
promedio. En resumen, un lugar muy agradable para el roto con plata
con ganas de descansar.
A pocos kilómetros de ahí se encuentra la otra ciudad, la que
trabaja, Puerto Montt. Podría decir sin miedo a presumir que llevo
vinculado a la ciudad casi la mitad de mi vida. Yo soy santiaguino, y
a mucha honra (no como otros nortinos radicados que gustan de omitir
ese dato) Mi primera estadía allí fue desde 2005 al 2008. Después
el 2015 decidí volver y aquí estoy felizmente instalado con mi
compañera. Tengo que decir de partida que la ciudad me encanta. No
sólo por la naturaleza que la rodea (motivo típico del nortino
hippieprogre que se viene al sur) sino porque es una ciudad a la cual poca gente le tiene
cariño. Al igual que mi Santiago querido. A los puertomontinos les
encanta odiar a su ciudad, y al igual que los santiaguinos tienen
motivos de sobra para hacerlo, ya vamos a ahondar en eso. Momento.
Pero al igual que la capital Puerto Montt posee una belleza oculta,
que sólo se le revela al que la sabe buscar. Para encontrar hay que
saber buscar dicen los chilotes.
Un gran amigo mío, que es a la vez puntarenense, osornino y hoy
firmemente radicado en la capital, me dio la definición más presisa
que jamás harán de la ciudad. “Puerto Montt es como Ciudad
Gótica, pero sin Batman” La encuentro una definición de una
exactitud milimétrica, hasta con cierto rasgo poético. Gracias
Julio, te robo la frase. Es una ciudad gris, pero no el agobiante gris santiaguino. Es un gris bello, marino, melancólico: parece inundada por
la niebla incluso cuando está despejado. Pero también posee bolsones de pobreza
bastante grandes considerando su tamaño, y un centro profundamente
feo. Pero no siempre fue así. Hay registros visuales que muestran
una ciudad bella a principios y mediados del siglo pasado, llena de
un patrimonio arquitectónico que hoy apenas y se asoma. Cuando veo
esas fotos la verdad es que siento cosas encontradas ¿Qué pasó
entre medio? Yo creo que lo que justamente le pasó a la ciudad de
las cuatro terrazas es que de su clase acomodada no surgió nunca un
Bruce Wayne con la voluntad de salvarla. Y tampoco tenía cómo
surgir: la clase dirigente chilena nunca se ha interesado por el
bienestar de sus subordinados, a menos que eso afecte su economía.
Si eso ocurre... bueno, se llama a la fuerza pública, que zanja la
cuestión a favor del patrón y fin de la historia. Tampoco hay un
Ras Al Ghul con ganas de destruirla completamente, lo cual no es tan
malo después de todo, sobre todo porque si así fuera yo no tendría
donde vivir.
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Panorámica de la calle Lota, 1958 |
A mí me gusta Puerto Montt básicamente porque es un microcosmos
absolutamente fidedigno del macrocosmos nacional. Es una ciudad
fracturada como Chile. Se ordena socioeconómicamente de poniente a
oriente, como Santiago. A riesgo de simplificar demasiado se podría decir que a la izquierda del mapa están los barrios
más temibles (y que han sido el epicentro del Estallido Social en la
ciudad) Arriba a la derecha se encuentran los barrios más
“acomodados”. Lo pongo entre comillas porque el cuico es una
clase inexistente en Puerto Montt. El cuiquerío está en Puerto
Varas y Frutillar. El vecino de Valle Volcanes se cree de clase alta
porque compra una casa que en La Florida la encuentras a mitad de
precio. En el fondo le encantaría vivir en Puerto Varas, pero la
verdad es que no le alcanza...
Lo cual habla de un rasgo muy obvio del chileno, pero que es
particularmente fuerte en el sur: el clasismo. El clasismo no lo
suele ejercer la gente adinerada. Yo he tenido la oportunidad de
conocer gente que realmente maneja una billetera abultada y son
sumamente amables. De verdad. El clasismo lo ejerce la gente que
necesita diferenciarse del pobretón, sea porque no tiene tanto dinero como quisiera o porque su cara evidencia que no es un purasange. Y en la región eso es
particularmente difícil porque hay un fenotipo (producto de la
inmigración alemana) que es incontestable.2
Por lo tanto el clasismo es mucho más acentuado. Más aún si vives
literalmente al lado de un barrio rasca. Y eso ocurre más seguido de
lo que creen los afuerinos. La ciudad se recorre en bicicleta de lado
a lado fácilmente (una hora más o menos), las poblaciones son
pequeñas, y si uno parte en Mirasol para ir a Valle Volcanes la
verdad es que es bastante chocante darse cuenta del contraste que hay
en unos cuantos kilómetros de distancia. Incluso a unos metros:
antes de llegar a destino, a los pies de esa terraza está la
Antuhue, que no es precisamente un barrio de clase media alta. Y a diez minutos pedaleando está la población Antonio Varas, que es donde vivo y que tampoco es un barrio acomodado exactamente.
Eso explica algunas particularidades propias de la ciudad. El hecho de que sea el clasismo más acentuado se debe a que la ciudad es
pequeña. Santiago, que es una ciudad con diferencias económicas
mucho más acentuadas que Puerto Montt, no posee ese vértigo porque
los bolsones de pobreza son de gran extensión territorial: hay gente
que pasa toda su vida sin conocer el barrio alto. También pasa al
revés, hay gente del barrio alto que ni siquiera conoce el centro de
la ciudad. En Puerto Montt te mueves un par de kilómetros y estás
en una población con un estatus socioeconómico distinto. Hay un
otro muy (demasiado) cerca que muchas veces no queremos ver ni
conocer, porque nos recuerda a nosotros mismos. El hecho que se haya
experimentado cierto repunte económico en los últimos años no ha
hecho nada más que acentuar esta situación, ya que los nuevos ricos
ansían desesperadamente diferenciarse de sus primos más pobretones,
y ojalá alejarse de ellos lo más que se pueda.
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La estación de ferrocarriles en los años '60. Hoy en ese sitio se levanta el Mall Costanera, niño símbolo del Chile neoliberal en la ciudad. |
Eso se refleja incluso a nivel visual. Más arriba hacíamos
referencia a la forma en que el patrimonio histórico de la ciudad ha
sido destruido. Son pocos los lugares históricos que quedan a buen
recaudo, y no se encuentran en las mejores condiciones. Básicamente
porque hay mucho inversor que ansía hacerse rico a costa de dicho
patrimonio, esperando que sencillamente se caiga de viejo,
reemplazándolo por construcciones de una calidad estética como
mínimo dudosa, sin mencionar que destruyen la panorámica visual a
la gente que vive en las terrazas más altas. Nulo sentido
urbanístico, pura ostentación y prepotencia hacia el que vive al
lado. Esas son las características más vivas del roto con plata en
Chile, y que en Puerto Montt hace lo que quiere.
Hay otro factor que es bastante gravitante, y es el étnico.
El sur de Chile posee una fractura cultural mucho más acentuada que
en el resto del país. No solamente está el binomio hispano-mapuche
que es tan gravitante para el desarrollo de la identidad nacional,
sino que hay un tercer elemento, que es el de la inmigración
alemana.
Los alemanes llegaron a fines del siglo XIX a colonizar toda la zona
que comprende desde Valdivia hasta Puerto Montt aproximadamente. Como
todos los mitos de colonización de la modernidad (desde la
Conquista del Oeste hasta la instauración del estado israelí,
pasando por la Pacificación de la Araucanía) su punto de partida es
que los colonizadores llegaron a ocupar una tierra que estaba
desocupada y mal aprovechada. Como todos estos mitos, es falso. No
sólo estaban los huilliche sino que también existía un núcleo
criollo funcionando en el viejo astillero de Melipulli, que fue
desplazado por la población foránea que fundó la ciudad moderna. A
partir de ese momento los mestizos hispanoparlantes se convertirían
en su mayoría en inquilinos de los patrones alemanes, y en cuanto a
la población indígena sólo basta decir que los recién llegados
aprendieron las mañas del estado chileno de forma bastante rápida y
las aplicaron de manera bastante eficiente. Si bien hoy el elemento germano ha
permeado todas las clases sociales a veces hay un cierto orgullo de
pertenencia que es bastante acentuado y muchas veces desemboca en
situaciones bastante desagradables, como el hecho de que la Región
de los Lagos sea una verdadera plaza fuerte del movimiento neonazi en
Chile. Este es un fenómeno bastante particular de la zona sur y
austral, que se halla íntimamente vinculado a la limpieza étnica
efectuada durante finales del siglo XIX y principios del XX, de la
cual su episodio más sonado hoy en día sin duda es el exterminio
del pueblo selknam en Magallanes. En Los Lagos nunca ocurrió nada
similar, pero sí se dio la política de ocupación que fue
característica en la Araucanía en el mismo período.
Esto incluso ayuda a entender casos como el de José Huenante.
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Mural conmemorativo de José Huenante en el sector Padre Hurtado, cerca del lugar de su desaparición. |
Huenante es un joven de origen mapuche que en 2005 fue detenido por
Carabineros en la población Mirasol, en circunstancias que nunca se
han aclarado del todo. Tenía 16 años. La causa se cerró sin nada
concluyente e incluso los carabineros que según la investigación se
encontraban involucrados en el incidente al final fueron readmitidos
en la institución en 2010, uno de ellos apodado nada menos que el "Paco Nazi"3. Su caso ha devenido emblemático en los
barrios populares de Puerto Montt, donde se ha transformado en muestra del
perpetuo abuso policial y de los tratos injustos de los que son
objeto los pobladores, y más aun los de ascendencia indígena. El
hecho de que sea un caso prácticamente desconocido fuera de la zona
da cuenta de cómo se ha invisibilizado este problema en virtud de su
origen, ya que el caso de Huenante es nada menos que el primer caso
de un detenido desaparecido tras la dictadura militar, y que se suma
a otros casos de impunidad hacia gente de origen mapuche, como el
caso de Camilo Catrillanca, ocurrido sólo unos meses antes del
estallido social de 2019 ¿Hasta qué punto su origen fue motivo de que pasara lo que pasó? Quizá eso no lo sabremos nunca, en virtud de que Puerto Montt
es un lugar donde la impunidad policial tiene antecedentes muy
sonados.
Sin duda el episodio más conocido en ese sentido es el de Pampa
Irigoin.
A raíz del terremoto de 1960 Puerto Montt quedó en muy malas
condiciones y muchos pobladores quedaron sin hogar, por lo que las
tomas ilegales comenzaron a aflorar. Una de ellas fue la de Pampa
Irigoin, ubicada aproximadamente donde se encuentra hoy la población Manuel
Rodríguez. En 1968 Rociel Irigoin, dueño del terreno, decidió
empezar a hacer las gestiones de venta de ese terreno (sin ningún
valor agrícola ni ganadero por cierto, ya que era un suelo pantanoso
en invierno y pedregoso en verano) A medida que el tiempo fue pasando
las tensiones fueron en aumento y el 4 de Octubre 50 familias se
sumaron a la toma y ocuparon otro predio del lugar. A pesar de que
las negociaciones previas con otros pobladores habían resultado
exitosas esta vez el Gobierno optó por el desalojo. El primer conato
se dio ese mismo día a las cuatro de la madrugada. Pero el desenlace
se dio el 9 de Marzo del siguiente año, cuando se optó finalmente
por el desalojo de esas familias. Se produce un tiroteo por
aproximadamente quince minutos. El registro oficial da cuenta de 56
heridos y 10 muertos, incluyendo un niño de seis meses producto de
un impacto con una bomba lacrimógena.
El suceso fue fuente de una amarga polémica, que incluyó una
canción de Víctor Jara y el posterior asesinato de Edmundo Pérez Zújovic,
ministro del Interior al momento de la masacre y sindicado como
principal responsable de lo ocurrido, en 1971. Así y todo ¿Cuál es
la remembranza que se hace de este suceso en Puerto Montt? Cierto es
que en la población donde ocurrió la tragedia se conmemora el 9 de
Marzo como una fecha especial y en la misma población hay muchos
murales alusivos a la fecha, pero hasta donde yo sé nunca una
autoridad oficial ha hecho algún tipo de gesto en relación a la
Masacre de Puerto Montt. Ni una placa conmemorativa, ni una calle con
el nombre de Pampa Irigoin. Que me corrijan si me equivoco por favor.
Es propio de Chile ocultar como sea los hechos incómodos que poseen
nuestra historia y nuestra sociedad. Se privilegia el orden sobre
cualquier otra virtud, aunque eso implique no contar ciertas cosas,
relegándolas al olvido. En Puerto Montt todas estas características
se tienden a exacerbar, debido al marcado carácter popular y periférico de la
ciudad. Pero hoy se encuentra en un período de transición. El tema
es que no queda claro hacia adónde se quiere ir. Por una parte se
quiere convertir a la ciudad en una suerte de Puerto Varas tamaño
familiar, cubriéndola con un oropel que debajo oculta la cara
melancólica y rústica que siempre ha tenido y que no se debería
perder. Por otro lado están los que quieren rescatar su memoria
histórica, tan maltratada y peor conservada, para que Puerto Montt
posea una identidad y la dignidad que le corresponde. Las demandas
locales que se vieron en Octubre hacen mucha referencia a eso. Es de
esperar que el resultado de esta dialéctica sea favorable, aunque
sea una vez en la vida.
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Restos de un barco pesquero en Chinquihue |
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1https://www.elmostrador.cl/dia/2019/10/26/andres-oppenheimer-las-protestas-en-chile-son-del-primer-mundo/
2En
honor a la verdad también hay que decir que la herencia alemana es
transversal a las diferencias de clase, pero que los que suelen
hacer más “ostentación” de ella no son precisamente los
germanodescendientes más acaudalados.
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