Shi'ísmo y Religiosidad Popular
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Procesión shi'í en Mashad, Irán |
El islam shi'ita, a pesar de ciertos avances al respecto, sigue siendo un desconocido en Occidente. Al observador afuerino le da la impresión de ser una fe abtrusa, con dogmas irracionales, y que por sobre todo tiene unas semejanzas inquietantes con el cristianismo que al turista espiritual de nuestros días le hace respingar la nariz, porque ¿Qué sentido tendría salir de una religión que ya no satisface para entrar en otra que sea semejante? Por eso otras manifestaciones del islam, como el sufismo por ejemplo, poseen más atractivo, aunque siempre se tratará de un atractivo limitado, debido a la visión negativa que se posee del islam a nivel masivo.
En ese sentido la sh'ia posee una ventaja que no posee el sufismo, que es que posee menos posibilidades de ser secuatrada por la espiritualidad de mercado. Las razones son de varios tipos. Hay ciertamente una razón de índole política: hablar del shi'ismo hoy en día inevitablemente conduce a hablar de Irán, básicamente porque un grupo mayoritario de conversos ven a la República Islámica como una suerte de utopía sustitutiva de la parusía del Imam Oculto. La posición anti yanqui que ha poseído Irán en los últimos cuarenta años refuerza esa percepción, a pesar de que al parecer la Revolución Islámica no es un fenómeno exportable, y tampoco eso es deseable considerando la fase marcadamente estalinista en que se encuentra hoy. En el fondo Irán profita de su postura panislámica, antiimperialista y antisionista para tapar los hoyos que hay dentro de sus fronteras, y su política exterior recuerda al compañero matón del colegio, ese que ofrecía puñetes a todo el mundo pero que al momento de pelear no dudaba en arrancar.
El hecho concreto es que el shi'ismo es un lugar mucho más complejo que el Vaticano superdesarrollado en que se ha convertido Irán. Y deviene complejísimo si es que se tiende a comparar con su primo sunnita, que en conformidad a la proximidad geográfica con Europa siempre ha sido el islam que se entiende mejor, el “oficial”, por decirlo de una manera. Desconcierta el concepto de imamato, la profundidad del 'irfán (tan afín a lo que se entiende vulgarmente como sufismo pero sin la parafernalia del samá, el dhikr y otros), su desarrollo escatológico, detallado al punto que se puede afirmar sin temor que la sh'ia es una fe que mira siempre hacia adelante, lo que le ha permitido evadir el estancamiento que se ve en ocasiones en el sunnismo y no parar de evolucionar. Desconcierta también la unión explícita entre esoterismo y política, encarnadas en el imamato de 'Ali y sus descendientes y que a nosotros se nos hace sumamente extraño, considerando la famosa frase de Jesús, esa de que “al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, que ha terminado por propiciar la separación de espiritualidad y política en nuestra cultura, aunque quizá ese no era el propósito inicial de esa sentencia. La unión de espiritualidad y activismo es algo esencial en el islam, y más aún en el shi'ismo, y para los occidentales es piedra de escándalo debido a que han aprendido a disociar hasta el absurdo ambas cosas, a pesar de que pareciera evidente que no se puede poseer una práctica espiritual que no posea una consecuencia social determinada.
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El Imam 'Alí junto a sus dos hijos, Hasan y Husayn. por Ebrahim de Isfahán, Irán (dinastía Qayar) |
Esta introducción es necesaria al hablar de un aspecto muy
interesante del islam shi'ita: su religiosidad popular. Como ninguna
otra rama del islam los seguidores de Ahlul Bait han terminado por
desarrollar una serie de manifestaciones populares que desconciertan
a todo el mundo, incluyendo a los jerarcas religiosos que han hecho
todo lo posible por instrumentalizarlas, regularlas o suprimirlas
derechamente. Pero sin embargo no ha sido posible, demostrando una
vez más que en materia de fe hay un impulso que no se puede
sistematizar o reprimir, y eso es básicamente porque es una
expresión de un estrato de la conciencia tan profundo que no es
dable de expresar mediante un discurso articulado, sino mediante el
simbolismo expresado en el ritual de dicha religiosidad.
Decíamos que la religiosidad popular es un elemento importante dentro del islam shi'íta. También hemos dicho que se trata de un elemento por el cual los jerarcas religiosos sienten muchos resquemores. Ese es un hecho que se da en prácticamente en todas las tradiciones religiosas. Las jerarquías gustan de sistematizar el dogma al punto de hacerlo incomprensible para el pueblo llano, de forma que sean ellos los únicos que sean capaces de administrar ese conocimiento. El pueblo por su parte responde articulando sus propio universo simbólico, no discursivo, sino principalmente estético, mediante se accede a lo sagrado de manera más inmediata, por su puerta principal, que no es racional, sino todo lo contrario. En el shi'ísmo hay toda una iconografía, música, rituales... todo un abanico de expresiones fascinantes que en Occidente se conocen poquísimo porque se percibe en éstas un cierto peligro ¿Cuál? El de una regresión al Medioevo. Llegados a este punto habría que explicar porqué, y para hacerlo hay que hablar de los orígenes mismos de la sh'ía.
De su génesis se puede hablar que es un buen ejemplo de contrarrelato histórico. Tras el asesinato del Imam 'Ali (primo y yerno del Profeta, cuarto califa de la lista sunnita y único califa legítimo para los sh'ías) sus dos hijos, Hasan y Husayn, heredarán la cualidad de Imam (literalmente, “líder”) y mantendrán una postura crítica ante la casa de los Omeyas – todos descendientes y/o parientes de Abu Sufyan, paradojalmente uno de los más enconados enemigos en vida de Muhammad y que terminaron aceptando el Islam por una conveniencia política más que por convicción espiritual – y que tras la muerte de 'Ali, con quien se enfrentarán en un abierto conflicto armado, serán los detentadores del poder temporal en el naciente califato. Sus dos hijos, descendientes directos del Profeta, serán presa del mismo destino trágico que su padre. Hasan, tras retirarse de la arena política será envenenado a los pocos años. Husayn por su parte optará por una oposición activa, pero no violenta ante el régimen oficial. Emprenderá un viaje desde Medina con dirección a Kufa, en Irak, donde se decía había un núcleo importante de partidarios suyos, acompañado sólo de su familia y un puñado de adherentes, 70 personas en total. Serán interceptados en el llano de Karbalá, donde serán asesinados todos los hombres tras varios días de lucha, y las mujeres y los niños llevados como prisioneros a Damasco, la capital. La cabeza de Husayn irá en la caravana como trofeo para ser llevada ante Yazid, califa reinante en ese momento y autor intelectual de lo ocurrido.
Se trata de un relato potente y que es desconocido no sólo en Occidente sino que también en gran parte del mundo sunnita, sobre todo con el advenimiento del predominio wahabita, que tiene una versión impoluta e idealizada de los hechos acaecidos después de la muerte de Muhammad, todo lo contrario al relato shi'í, que es una continua reseña de traiciones al islam original, encarnado en los ideales pregonados por Ahlul Bait ("la gente de la Casa"), la familia del Profeta, que será objeto de persecuciones varias por parte de la autoridad oficial de ese momento en adelante. El martirio de Husayn en particular quedará grabado en la mente de los fieles como un símbolo de cómo la política sucia termina por imponerse ante la ética y los ideales elevados, sobre todo el ideal de justicia social, que se convertirá en una idea central de la sh'ía.
Hay cosas en la devoción popular, no sólo del shiísmo, sino que de la religión en general que se escapan al erudito, pero que están ahí de manera evidente. El ideario señalado más arriba fue el detonante de todo un abanico de expresiones estéticas de gran valor, debido a su contenido, pero también debido a su fuerza plástica. No se puede dejar de señalar el paralelismo con el Cristianismo, una religión centrada también en el sacrificio de su fundador. Ambas espiritualidades darán paso a una estética profundamente expresionista, con efusiones de sangre y cuerpos retorcidos por el dolor. Pero hay que señalar una diferencia fundamental: en el martirio de Husayn no hay remisión de los pecados, ni salvación, ni ninguno de los artibutos metafísicos que se asocian a la crucifixión. La masacre de Karbalá deviene símbolo de la lucha que se debe librar en éste plano de la existencia, por todos los creyentes por una sociedad más justa, aunque cueste la vida. De esta manera la resignación cristiana queda cancelada y se enfatiza la espiritualidad en acción, tan característica del Islam en general.
Es por esta semejanza (con las diferencias especificadas se entiende) que son frecuentes en la devoción popular shi'í performances (como la taziyeh, verdadero auto sacramental iraní) que uno asocia de forma automática al catolicismo hispanoamericano: procesiones, costaleros, flagelantes, himnarios que se actualizan todos los años y en el que participan todos los asistentes, todo transido de una emoción que es tan genuina que resulta difícil abstraerse a ella. De hecho, de ahí reside su fuerza plástica y por todas estas razones resulta algo extraño, difícil de tragar, hasta intimidante para el que lo ve desde fuera como ya se ha apuntado más arriba. De hecho esta similaridad ya fue advertida por los portugueses en el siglo XVI, cuando lograron arribar a Persia y presenciar estos rituales de forma directa. Es inevitable realizar comparaciones, pero lo más notable es constatar de qué manera dos relatos religiosos que tienen cierta semejanza logran llegar a soluciones estéticas igualmente similares. Esto lo digo consciente de que a muchos les puede molestar, pero quizá es mejor considerarlo como algo digno de estudio y hasta de encomio. El dolor canalizado a través de la expresión religiosa es sumamente potente, sobre todo en sociedades como la actual donde el sufrimiento y la muerte son los grandes tabús.
Tampoco estas expresiones han estado libres de la manipulación. Las jerarquías religiosas en el Irán Safaví optaron por instrumentalizar la taziyeh y convertirlo en un medio de catarsis popular, más que un recuerdo de justicia social. Alí Shariati va a hablar del tránsito del shi'ismo rojo (por la sangre de los caídos) al shi'ismo negro (de la pasividad del luto) Durante la Revolución Islámica el relato de Ashura retomaría su trasfondo contestatario, y después de la era de Khomeini ha vuelto a su dimensión "negra", independiente de la retórica revolucionaria de Jamenei (hacia afuera, porque hacia dentro es otro cantar) Esa ambivalencia continúa hasta el día de hoy en el Irán post – revolucionario, lleno de contradicciones internas que no terminan por resolverse básicamente por el mismo problema de siempre: los que están en el poder tienen miedo a que se resuelvan. Y en parte esas tensiones se viven todos los años en los primeros días de Muharram, cuando las jerarquías religiosas que están en el poder exaltan al Imam Husayn como epítome de la lucha por la justicia y la corrupción de los que detentan ese poder ¿Y si en vez de ser la solución han devenido en parte del problema? ¿Qué ocurrirá cuando se den cuenta de lo profundo de esa paradoja?
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