La Quinta Columna

 

En un mundo como el de hoy - lleno de sectas, de partidos, de grupitos - ser calificado de pertenecer a la quinta columna es casi un privilegio, siempre y cuando no sea en virtud del significado original del término, que se puede reducir a una sola palabra: traición. O quizá sí, porque si uno se encuentra que está en el lado equivocado de la trinchera se está en pleno derecho de abandonarlo y pasar al otro bando. Pero el hecho es que a muchos se les aplica ese mote sólo por intentar realizar una crítica a sus propios pares con una intención sana, de hacerles ver su estrechez visual, su flojera cognitiva. El fanático concibe el objeto de su devoción como algo monolítico, son fisuras, siendo que una idea, si es que pretende ser universal, debiese ser capaz de todas las variaciones posibles de ésta, de la misma manera que a partir de una melodía de una cuantas notas se puede llegar a elaborar una fuga complejísima, llena de contrapuntos sopresivos. El quintacolumista (al menos como lo estamos intentando definir ahora, como ese que prefiere las fugas a los himnos patrioteros) es aquel que hace ver al resto dichas variantes que se mantienen sin desarrollar. Es un camino riesgoso, porque hay que tener alma de explorador, y nada más anacrónico que un explorador en los tiempos de hoy, donde está “todo inventado”. Pero es que para eso están los pequeños tábanos que azuzan al burro lerdo y torpe con la idea de que tire de la carreta y no se quede empantanado. Eso sí, hay que saber siempre que el burro siempre buscará defenderse con su cola, y la posibilidad de que mate algún tábano de vez en cuando siempre está ahí... pero el hecho es que la labor del tábano es necesaria, incluso (sobre todo) si es que está equivocado.

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