Sobre la Interpretación

 


Parto con un recuerdo. Estaba con unos colegas del Liceo donde trabajaba por ese entonces saboreando un buen plato de ramen y disfrutando de una buena conversación. Nunca he sido bueno para la interacción social así que ir suponía un esfuerzo considerable por mucho cariño que le tuviera a los compañeros que estaban conmigo ahí. Pero eso no tiene nada que ver. La cosa es que era una junta bien particular, todos con nuestro lado geek bien desarrollado. Mucho. Pero cada uno en su área se entiende, la deformación profesional no perdona. La cosa es que no sé porqué sale el tema de Tolkien y de los fanart tan cuestionables y perturbadores con los que uno se encuentra en el ciberespacio de repente. La famosa Regla 34. Si existe, hay porno relacionado y si es que no existe alguien lo está realizando en este momento. Alguien menciona uno que vio que involucraba a Merry y a Pippin. Yo me mato de la risa y digo de paso que me parecen un disparate mayúsculo. Una colega, la que se sentaba al frente mío en la mesa, dice que ha visto muchos shipeos de ese tipo y son importantes para deconstruir los relatos dominantes y que en el fondo no es descabellado pensar en una posible relación homoerótica entre ambos hobbits, entre otras cosas que no recuerdo. Yo le hago recordar que Tolkien era conservador y católico hasta lo ultramontano y que se me hacía difícil pensar en que él ideara a Meriadoc y a Tuk como una pareja amorosa; y que si es por eso uno podría decir lo mismo del Quijote y Sancho, de Sherlock Holmes y de Watson, y así hasta el infinito. Ella retruca diciendo que las amistades masculinas tienen una pulsión homoerótica evidente y que eso es mucho más evidente en la literatura y que yo debiera profundizar más en mi deconstrucción. "Lo que tú quieras", le respondo ya medio aburrido de la conversación y pasamos a otro tema. Quiero dejar en claro en que nunca elevamos el tono de voz ni nada parecido, todo fue bien civilizado, sobre todo porque sabía de antemano que ella tenía la razón frente a mis colegas y yo no.

Quería contar esta anécdota básicamente porque me parece un ejemplo práctico del arte de la interpretación, de la hermenéutica como le dicen los sabihondos. Pero acá le vamos a decir interpretación porque no somos tan cultos ni tan pretenciosos, aparte de que confesamos no conocer a Heidegger más que por fuentes secundarias, así que no nos vamos a carrilear tampoco para después quedar en ridículo.

¿Qué diferencia a un buen intérprete de uno malo? Cuando uno se encuentra ante una obra de arte, da lo mismo la que sea: música, narrativa, poesía, artes visuales, cine, teatro... no importa cuál sea, en una obra de arte nunca hay un mensaje evidente1, o mejor dicho hay un contenido manifiesto y también uno latente. Al hecho de enfrentarse a una obra de arte y tratar de desentrañar de qué carajo nos están tratando de hablar, de qué va el contenido latente, eso es a lo que vamos a llamar interpretación. El buen intérprete o hermeneuta entonces va a ser el que sea capaz de extraer la mayor cantidad de capas de contenido latente de una obra de arte. Hablamos de capas porque una obra de arte cuando es de buena factura posee muchos niveles, como si de una cebolla se tratase, y en último término las obras que perduran son aquellas que más capas poseen... pero al mismo tiempo poseen un núcleo, un tallo firme y sólido que les permite trascender los vaivenes del tiempo ya que dicho tallo debe apelar a universalidades que son inherentes a la propia condición humana y que van más allá del espíritu de tal o cual época. En última instancia el buen exégeta sabrá acceder a dichas capas de significado, pero siempre sin perder de vista lo principal, que es llegar al núcleo sólido de la obra.

Pero esta tarea se ve obstaculizada por un elemento, que es la propia subjetividad del intérprete, que es un verdadero obstáculo, un velo que nubla la visión del espectador y que impide que éste pueda apreciar lo que el artista quiso manifestar a través de su obra, incluyendo aquello que el artista canaliza de manera inconsciente. Porque muchas veces el artista es un mero canal que sirve para manifestar cosas que se hallan en otro lugar, incluso a veces contra su voluntad. "Desde su subjetividad" dirán algunos, pero ése es el quid del asunto. El artista, el bueno, no trabaja desde su subjetividad, sino que debiera trabajar evitando dicha subjetividad, para canalizar ideas y fuerzas que van más allá de sí mismo y que éste simplemente debiera transmitir, de ahí que muchas veces el artista no sepa explicar exactamente de qué va su obra, o que su experiencia vital no sea absolutamente determinante a la hora de entender dicha obra. Por otra parte, si el espectador no es capaz de correr el velo de su subjetividad, de su ego, para poder acceder a las capas de significado y el núcleo profundo que el artista busca transmitir, se corre el riesgo de caer en el peor de los errores, el de la proyección: el de manifestar ideas propias en la obra ajena. Es un error muy común básicamente porque es prácticamente imposible impedir a cabalidad que el ego se manifieste. A lo sumo se puede maniatar, pero igual te hace morisquetas. Así que lo importante es tratar de evitar que el color del velo contamine la apreciación y hacer el esfuerzo de salir del cajón ideológico propio para aventurarse más allá de lo que creemos ver a primera vista, que casi siempre es puro maya, pura ilusión.

Hay que desconfiar cuando se pretende hacer una lectura con apellido de alguna obra (lectura nacionalista, lectura feminista...) porque eso implica poner los bueyes antes de la carreta. Hay dos problemas que son obstáculos grandes a la hora de superar este tipo de interpetaciones, muy nocivas. Una es que se trata de una lectura cómoda, que se obtiene de no mover el culo del asiento y traer la obra a nuestra zona de confort y hablar desde ese lugar y no desde el que el artista nos propone. Eso denota que en el fondo no nos interesa la obra en cuestión más que nada como pretexto para predicar nuestras propias ideas, que consideramos las verdaderamente importantes, y sobre todo más verdaderas que la propia verdad que está frente a nosotros. El otro gran obstáculo es más pueril pero mucho más urgente y es de tipo económico. Está tan de moda realizar este tipo de acercamientos ególatras en los círculos culturales que al final si lo que se desea es lograr vivir de la crítica se hace necesario una lectura de este tipo, y si es con el filtro ideológico más chic posible mejor. El estómago vacío le gana a la integridad desde que el mundo es mundo.



1Si lo hay estamos ante un panfleto, que es una manifestación artística deshonesta: es la utilización del arte en función de difundir algo que se cree más importante. Si el mensaje por otro lado está demasiado oculto estamos ante una alegoría, que es una manifestación artística en la cual todo está cifrado de forma calculada para que sólo los entendidos puedan acceder a su contenido, lo cual también es una deshonestidad: es pecar de pretencioso. Debiera existir en realidad un equilibrio constante entre forma y fondo, pero eso no se da casi nunca.

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