El Laberinto
Éramos viajeros en el tiempo. No preguntes cómo, pero llegábamos en uno de nuestros viajes a un rincón perdido en los confines de Europa, en los albores de la humanidad, antes de la escritura, la civilización y la agricultura. Vamos subiendo un cerro. En la ladera hay una entrada a una cueva. Ésta ejerce una atracción que no somos capaces de explicar y nos vemos como impelidos a ir a explorarla. Un viento susurrante sale del vientre de la caverna. Evoca una voz de bajo profundo y frases que no atinamos a distinguir. Cuál será nuestra sorpresa al llegar a la entrada al encontrarnos con Oruro, al que pensábamos habíamos perdido de manera trágica. Oruro repta, no camina, repta por el suelo, como un lagarto. Nos saluda como si la situación en que nos encontramos fuese la más normal del mundo. Nos cuenta que se encuentra refugiado en la caverna desde la caída de un meteorito hace un par de años en las cercanías del lugar, ya que el meteorito mostraba altos índices de radiación, lo cual explica el tono apocalíptico del lugar, con sus nubarrones oscuros y la tierra yerma, sin mencionar la ausencia de actividad humana o animal hasta donde la vista alcanza a asomar. Me toma de la mano y me dice que debemos explorar la cueva. Accedemos sin vacilación y procedemos a entrar, con Oruro de guía. Dentro hay una oscuridad sepulcral. No se ve absolutamente nada, pero por intuición podemos percibir que vamos caminando por un pasillo estrecho y muy sinuoso. De inmediato me doy cuenta que la caverna posee una profundidad tal que puede hacer que pasemos días completos sin hallar la salida. Caminamos y caminamos. En un punto nos damos cuenta que Oruro ya no está. De a poco la oscuridad cede terreno y nos damos cuenta que la cueva es un verdadero laberinto, lleno de galerías y pasillos interminables. A medida que vamos avanzando el grupo se va dispersando y voy quedando solo escuchamos distintos lamentos y gritos, algunos los logro reconocer, pero no puedo hacer nada ya que no sé ni siquiera dónde estoy. En un determinado punto me quedo completamente solo. De pronto quedo paralizado ante la visión de una como araña pollito gigante con cabeza humana que escala la pared mientras se merienda a uno de mis colegas, el más anciano. Lo tiene agarrado de la cabeza y le está chupando los sesos, como si estuviese comiendo mariscos. Sin embargo no me siento espantado ni nada por el estilo y salgo de esa galería por una escalera natural que baja al nivel más bajo de la caverna. Vuelvo a la oscuridad absoluta. Después de mucho recorrer llego a un espacio húmedo que se ilumina por una linterna natural en el techo que deja pasar una luz muy tenue desde el exterior. Estando allí vuelvo a escuchar ese susurro de bajo profundo, pero mucho más intenso de lo que era antes. De repente se me acerca una presencia: es un como gigante, un bruto de al menos dos metros y medio de altura, corpulento, con un rostro de una deformidad grotesca, sin cuello, orejas y ojos pequeños para su enorme cabeza, una boca y una nariz enormes y de dientes enormes y hediondos. Dos protuberancias óseas salen a ambos lados de su cabeza. Sin embargo yo sigo tranquilo, aunque tengo más que claro que mi exploración ha llegado a su fin. Ahora sé bien de dónde venía ese susurro: eran los bufidos del bruto, que cada vez que respiraba hacía un ruido ahogado como diciendo "no - sos, no - sos..."
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