Mustafá Mond
"Silent
screams, laughing here
Dying
to tell you the truth
You
are planned and you are damned
In
this brave new world"
(Iron Maiden, "Brave New World")
Cualquiera que quiera conocer el futuro simplemente tiene que leer "Un Mundo Feliz". Así de simple. Es una de las mejores novelas que he leído hasta el día de hoy. Bueno, la verdad es que tampoco soy un tremendo lector, comparado con otras personas que conozco. Así y todo siempre se ha hecho ver que la principal cualidad del libro es la exactitud escalofriante con que ha ido prediciendo cómo el avance científico aunados a la producción en masa se han ido comiendo todas las facetas de la condición humana hasta el punto de hacerlas desaparecer. Nietszche también profetizó que la ciencia, al igual que la religión antaño, terminaría por construir sus propios edificios ciclópeos, y así está ocurriendo dado que se ha vuelto un parámetro indiscutido de discernimiento, tal como lo fue la teología en su momento. Y eso puede desembocar sólo en una cosa: malas noticias. Porque el dogma venga de donde venga es nocivo, aunque hoy por hoy los adalides del nuevo dogma les guste asegurar lo contrario, al igual que a los adalides del dogma anterior.
Y de eso venimos a hablar a fin de cuentas. De los adalides. "Un Mundo Feliz" es un libro sobre lo que es posible que ocurra en el futuro, sin duda. Que es asertivo hasta lo absurdo, como en el caso de otros cracks como Julio Verne o Ray Bradbury, también es cierto. Pero hay un punto en el que también descolla y es en el desarrollo de los personajes. Todos los personajes en "Un Mundo Feliz" tienen una cualidad que roza lo arquetípico. Y entre todos los personajes que conforman su trama hay uno que siempre me ha caído bien, y ese es Mustafá Mond.
Mond es uno de los Interventores Mundiales, principal autoridad que dicta las directrices del modus vivendi de la Utopía en todos sus ámbitos: desde lo social a lo religioso, lo sexual, y por sobre todo qué se puede y qué no se puede hacer. Es por lo tanto una figura con un poder absoluto dentro de la historia, que manda a todos y no es mandado por nadie.
Sin embargo Huxley no lo retrata como un villano caricaturesco, a pesar de que podría haberlo hecho y muy fácilmente, dada sus características1. Pero opta por lo contrario y le da un desarrollo que debe ser el más interesante de toda la novela, más que el de sus protagonistas principales.
Me quiero concentrar en el diálogo final entre John el Salvaje y Mustafá Mond. Es muy interesante de leer a varios niveles. Estilísticamente funciona como diálogo filosófico a la manera del viejo Platón, lo cual sirve de gran manera para contrastar las distintas posiciones de ambos personajes. John es un defensor de valores que hoy en día ya se hallan en gran parte caducados: el sacrificio, la continencia, el amor, Dios. Mond por su parte rebate uno a uno los puntos de John, pero no desde su posición de autoridad, sino que desde su posición de conocedor: en un momento dado le muestra a el Salvaje un montón de textos prohibidos ("pornográficos" según sus propias palabras): la Biblia, "La Imitación de Cristo"... lo que da cuenta de que Mond está mucho más informado de la vida interior del pasado que el propio Salvaje, que vive en una comunidad que preserva sólamente residuos de lo que fue la vida espiritual anterior, en una mezcla extraña entre el cristianismo y la religión amerindia, muy new age por cierto. Mond maneja conceptos que John sólo ha conocido por encima debido a que no posee mayor formación intelectual más allá de su devoción por Shakespeare, que le ha entregado más sensibilidad que intelectualidad. Mond habla de ellos desde su perspectiva, los entiende pero no comparte sus puntos de vista y se lo hace ver a John:
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Mond interpretado por Leonard Nimoy en la adaptación de 1998 |
"Actualmente el mundo es estable. La gente es feliz, tiene lo que desea, y nunca desea lo que no puede obtener. Está a gusto; está a salvo; nunca se enferma; no teme a la muerte; ignora la pasión y la vejez; no hay padres ni madres que estorben; no hay esposas, ni hijos, ni amores excesivamente fuertes. Nuestros hombres están condicionados de modo que apenas pueden obrar de otro modo de como deben obrar. Y si algo marcha mal, siempre queda el soma. El soma que usted arroja por la ventana en nombre de la libertad, Mr. Salvaje. ¡La libertad! - el Interventor soltó una carcajada - ¡Suponer que los Deltas puedan saber lo que es la libertad! !Y que puedan entender "Otelo"! Pero ¡muchacho!"2
La argumentación de la que hace gala, propia de alguien instruído y dolorosamente pragmático, deja a John aturdido y sorpendido a la vez. Y más sorprendido queda cuando Mond le cuenta el peligroso camino que él mismo había decidido seguir de joven: se había aventurado a hacer experimentos por su propia cuenta, al punto que llegó un momento que se dio cuenta de que a pesar de toda la propaganda a favor de la ciencia que se hacía, la enseñanza impartida en la Utopía era cualquier cosa menos científica:
"Sí, pero, ¿qué clase de ciencia? - preguntó Mustafá Mond, con sarcasmo - Ustedes no tienen formación científica, y por consiguiente, no pueden juzgar. Yo, en mis tiempos, fui un físico muy bueno. Demasiado bueno: lo bastante para comprender que toda nuestra ciencia no es más que un libro de cocina, con una teoría ortodoxa sobre el arte de cocinar que nadie puede poner en duda y una lista de recetas a la cual no debe añadirse ni una sola sin un permiso especial del jefe de cocina. Yo soy actualmente el jefe de cocina. Pero antes fui un joven e inquisitivo pinche de cocina. Y empecé a hacer algunos guisados por mi propia cuenta. En realidad, un poco de auténtica cocina"
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Imagen de Luuds (https://www.deviantart.com/luuds) |
Es en ese punto de la historia donde Mond pasa de ser un personaje más o menos plano (literario) y finalmente adquiere profundidad (se hace más humano) al punto de que se llega a empatizar con él, ya que adquiere una cualidad de arquetipo: todos fuimos rebeldes de jóvenes, todos fuimos cuestionadores, todos fuimos contestatarios, pero llega un punto en que la vida se encarga de retrucar todos nuestros sueños, convertirlos en nada y colocarnos en medio de la pesadilla vanal de la vida cotidiana. Ante esa situación hay dos opciones a tomar, que son las que Neil Young enumera en su conocida canción: o consumirse o vivir oxidado. La gran mayoría opta por la segunda opción evidentemente. Mond también lo hace, aunque pareciera que realizó una jugada maestra: evitó el exilio y no sólo eso sino que logró hacer carrera al punto de ser uno de los máximos dirigentes de su sociedad. Pero la forma en que refiere su historia denota que a veces hubiera querido otro destino más aventurado:
"- Entonces ¿Porqué no está entonces en una isla?
- Porque, a fin de cuentas, elegí esto - contestó el Interventor - Me dieron a elegir: o me enviaban a una isla, donde podía seguir con mi ciencia pura, o me incorporaban al Consejo del Interventor, con la perspectiva de algún día ocupar el cargo de tal. Me decidí poresto último, y abandoné la ciencia - Tras un breve silencio, agregó - : De vez en cuando echo mucho de menos la ciencia. La felicidad es un patrón muy duro, especialmente la felicidad de los demás - Suspiró, recayó en el silencio y después prosiguió, en tono más vivaz - : Bueno, el deber es el deber, No cabe prestar oído a las propias preferencias. Me interesa la verdad. Amo la ciencia. Pero la verdad es una amenaza, y la ciencia un peligro público. Tan peligroso como benéfico ha sido"
De lo que expresa Mond se puede desprender que los únicos infelices en el Mundo Feliz son los que, nadando contra la corriente, deciden dar la vuelta y volver a nadar a favor, sin esfuerzo alguno y es ese hecho el que les causa sufrimiento3. Es una mirada cínica, pero melancólica y desencantada a la vez.
Como toda obra maestra "Un Mundo Feliz" es una proyección hacia adelante, pero también un espejo del mundo que vivimos, uno bien monstruoso en este caso concreto, no tanto por la proyección en sí como por el hecho de que es una proyección muy factible de realizarse en un porvenir no tan lejano. La buena ciencia ficción se sirve del futuro para reflejar el presente y viceversa, en una suerte de simbiosis. Y como tal se encarga de mostrarnos cómo el sistema (el del futuro, pero también el actual) no se encarga de eliminar a los personajes incómodos, los neutraliza: a John el Salvaje lo convierte en una atracción de circo en función de su naturaleza exótica y a gente de talento y habilidad por sobre el promedio como Mustafá Mond los constriñe hasta que se amolden al canon exigido por la norma social y sean funcionales a su engranaje...y si no se amoldan... bueno, sería una pena, como dice el propio Huxley en el prólogo del libro. Porque al final, en la Utopía (en todas las Utopías) todos estamos planificados y condenados de antemano.
1En estricto rigor la novela no posee un "malo" en sí, un villano hollywodense a la manera que estamos habituados. Por el contrario, lo más escalofriante de la historia es que ese "malo" es impersonal y se halla omnipresente en la psique de todos los que habitan ese mundo. Una vez asumido ese punto se puede entender mejor lo inútil de la lucha del Salvaje, que en último término es la lucha impotente del individuo contra una estructura de poder que es absoluta.
2Esta y las dos siguientes citas, de "Un Mundo Feliz", cap. XVI
3"En un mejor orden social, habrán de atribuirse las tareas pesadas y los trabajos arduos de la vida a aquél que menos sufra, es decir, al más insensible, e ir subiendo gradualmente hasta el hombre más sensible a las formas más nobles y sublimes de dolor, a quien una vida aliviada al extremo no impedirá, entonces, que siga sufriendo" (Nietzsche, "Humano, demasiado Humano", cap 8, 462
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