Iron Maiden - Seventh Son of a Seventh Son (1988)
"Manuel
Flores va a
morir.
Eso
es moneda corriente;
Morir
es una costumbre
Que
sabe tener la gente"
(Borges, "Milonga de Manuel Flores")
El miedo a la muerte es uno de los articuladores esenciales de la existencia humana. Somos la única especie que posee conciencia plena de que nuestra existencia tiene un término; y ese término nos llena de inseguridad y hasta de terror. Hemos planteado innumerables interrogantes en torno a ese hecho. Qué hay después es quizá la más desconsoladora de todas, porque no poseemos respuesta segura hasta que nos toque a nosotros cruzar el umbral. Esa incertidumbre ha hecho que busquemos en nuestro inconsciente, y más allá de éste, para poder llenar el espacio vacío que tenemos delante, lo que configura en particular todas las imágenes de la vida ultraterrena que han proliferado en todas las culturas tradicionales: el Paraíso, el Infierno, reencarnación, transmigración, resurrección... no es nuestra intención hacer un juicio de valor sobre cada una aquí, porque lo que está claro es que en el mundo moderno cualquiera de esas opciones no son opción, y ni siquiera son. Sólo existe el presente que sin la ilusión de un futuro se vuelve más temible aún, al punto que la muerte es el gran tabú de la vida actual.
Seguramente Iron Maiden no se planteó la pregunta de esa manera cuando elaboraron su "Seventh Son..." en 1988. Las más de las veces los artistas no son conscientes de las múltiples capas de significado que puede llegar a tener su propia obra. Pero sí imaginaron una historia que refleja esa inquietud subterránea: la de un bendecido con el don de la clarividencia que puede ver todos los acontecimientos del futuro, excepto su propia muerte.
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"Danzas de la Muerte", de Guyot Marchant (1486) |
Armar un álbum conceptual en ese momento era una jugada arriesgada: en los '80 nadie que estaba al tope de popularidad se quería asociar ni de cerca con la onda progresiva. A Maiden les cayó el peso de la crítica por un sonido que según ellos era una "regresión" al sonido del Genesis de Peter Gabriel. Pero quizá era inevitable: las historias de corte más o menos iniciático en clave posmoderna han sido una tónica a lo largo de la historia del rock ("Tommy", "The Wall"...), y quizá la banda buscaba una cierta credibilidad más allá del círculo del heavy metal al realizar este proyecto. También es innegable el hecho de que este disco supondría la semilla del metal progresivo que germinaría en su propio sonido varios años más tarde. Sin embargo el álbum, brillante en términos musicales, carece de algún leitmotiv que recorra las diferentes pistas, algo que si bien no es regla general sí es algo muy recurrente en este tipo de trabajos hasta el día de hoy. Es una característica que quizá juega en contra en cuanto a la continuidad de la historia, aunque hay que reiterar que eso no atenta en ningún caso contra la música en sí. Los temas están muy bien desarrollados en términos compositivos, la banda se encuentra en el peak de sus capacidades interpretativas y la producción es impecable y pulcra.
La historia en términos narrativos pareciera no estar desarrollada en su totalidad. Se trata más de ocho episodios en la vida del protagonista que de una narración continua de su historia. Sin embargo se tratan de ocho episodios trascendentales en la vida no sólo del protagonista sino que en la de todos nosotros. La trayectoria vital del Séptimo Hijo funciona como un arquetipo de la trayectoria vital de todos nosotros, ya que se trata de episodios que todos hemos vivido o vamos a vivir en algún momento.
"Moonchild" muestra la dualidad a la que todos nos vemos expuestos al momento de nacer. Desde un mismo principio nos vemos jalonados por nuestro propio libre albedrío a elegir entre el bien y el mal. "Infinite Dreams" es el despertar de la consciencia y de las visiones que se empiezan a manifestar en la mente del protagonista sin saber qué son ni de donde vienen. En "Can I Play with Madness?" asistimos a un episodio iniciático: el protagonista se encuentra con un vidente, alguien de su misma condición pero que ha alcanzado un nivel superior. El protagonista quiere conocer su futuro, ya que su clarividencia le permite conocer el destino de todos, excepto el suyo, lo que lo llena de desesperación: éste es sin duda el nudo fundamental de la historia, la suya ciertamente, y la de todos nosotros también1. El vidente ante la insistencia reiterada decide romper el tabú y le responde taxativamente: "Quieres saber la verdad hijo?/Bien, te diré la verdad:/tu alma se quemará en el lago de fuego. "The Evil That men Do" enfatiza la idea fatal de que aunque sea se busque refugio en un vínculo afectivo, la fugacidad de la vida y el mal en última instancia es el que se perpetúa en este mundo. Se podría decir que este primer acto es el de presentación y de formación del protagonista.
Es una pena que la banda nunca se haya dispuesto a interpretar el álbum en su totalidad. Para muchos es la auténtica obra maestra de la banda, y sin duda alguna es el cierre por fuera de su segundo gran ciclo creativo (después de sus dos primeros álbumes) El impacto es tal que se podría aseverar que todo su material posterior es una iteración de la fórmula que lograron cristalizar aquí, con variaciones ciertamente, y a veces incluso con la misma brillantez. Pero es que un álbum tan refinado y profundo como este es tan bueno y difícil de replicar al mismo tiempo que no se les puede culpar de intentarlo una y otra vez, sobre todo pensando en que Maiden siempre se caracterizaron por gustarles los desafíos.
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1Steve Harris declaró una vez en una entrevista que la idea había surgido al saber de la muerte de una vidente británica en la TV y se preguntó porqué si es que podía ver el futuro no previó que se iba a morir...
2Recomendamos en este último punto leer el ensayo sobre el mito del Eterno Retorno de Friedrich Georg Jünger
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