“El Odio a la Música” - Quingard Pascal
“Interrogo
los lazos que mantiene la música con el sufrir sonoro”
“El
Odio a la Música” es un título fantástico para un libro. Sólo por eso se puede
decir que tiene asegurada una venta segura ¿Cómo sentir odio por la música? A
menos que se sea un fundamentalista religioso, de esos que creen que cualquier
goce de los sentidos es peligroso y un barranco directo a la perdición. Pero el
tema de fondo es mucho más substancial de lo que parece. En forma de aforismos
cortos Quingard Pascal explora el mundo
profundo que hay detrás del quehacer musical:
“La
música está ligada de manera originaría al tema del "tabique sonoro".
Los cuentos más arcaicos recurren al tema de aguzar el oído, de la confidencia
sorpresa - allende la tapicería en los castillos de Dinamarca, allende la
muralla en Roma o en Lidia, allende la empalizada en Egipto. Es posible que
escuchar música consista menos en desviar la mente del sufrimiento sonoro que
en esforzarse por refundar la alerta animal. La característica de la armonía es
resucitar la curiosidad sonora, extinta
desde que el lenguaje articulado y
semántico se propaga en nosotros.”
Las influencias de Pascal son
claras: Nietszche, Schopenhauer… en el fondo de todos nuestros actos se
encuentra una voluntad ciega e inhumana que es más poderosa que la humanidad
toda. El lenguaje es la frontera entre ese mundo informe y nosotros y donde la
frontera se adelgaza hasta el vértigo es en la música, lenguaje sin
significado.
“Sonidos
de muerte.
Hermes
vacía la tortuga, roba y pone a cocer una vaca, desprende el cuero, lo estira
sobre el caparazón vacío de carne, en fin fija y tensa encima siete tendones de
carnero. Inventa la cítara. Después cede su tortuga-vaca-carnero a Apolo.”
Asimismo el hecho de que nuestra
cultura contemporánea sea tan bulliciosa le parece sospechoso a Pascal. Si la
música es un velo entre el otro mundo y nosotros, entonces el hecho de que
nosotros necesitemos de una muralla de sonido diaria, prácticamente las
veinticuatro horas del día, es un indicio de que hay algo a lo que no queremos
verle la cara ni de lejos. Paradojalmente nuestra sociedad hedonista y amante
del ruido es la que más le teme a éste, ya que sabe que si este ruido se corta,
se quedan desnudos ante el espejo y no se quieren ver sin maquillaje ante él.
“La
reciente religión de la felicidad me revuelve el estómago.
Hago
lo posible para que mis labios no tiemblen ni se estiren, me pellizco hasta la
sangre para no reír de la gente que decide sustraerse al espanto.”
En los campos de concentración
se pone música a todo volumen para ocultar los gritos de dolor de aquellos que
son objeto de todo tipo de vejaciones y torturas. Mejor simbolismo de la cárcel
sonora que nos hemos creado no hay.
Link de descarga: http://bajafiles.com/f/04jaN
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