Teología de la Tiranía

"La Expulsión de los Mercaderes", del Giotto (1266 - 1337)

Así como se ha hablado de una Teología de la Liberación urge hablar acerca de una Teología de la Tiranía.
Esta última se debiera entender por cómo la religión ha sido utilizada para justificar regímenes que atentan contra la dignidad humana. Se debería diferenciar de la crítica atea en el hecho de que considera la dimensión espiritual del ser humano como un hecho real, que se debe abrir paso entre una sociedad que hace oídos sordos al mensaje de los profetas y maestros de todas las tradiciones religiosas, que siempre insisten en la indisolubilidad de la creencia en la unicidad de la realidad (más allá de nuestra percepción fragmentaria) con el deber ético de establecer una sociedad y una humanidad más justas.
Debería mostrar la trampa que ha hecho el poder establecido desde siempre al pretender disociar ambos aspectos al punto de ponerlos como opuestos. Cuando la filosofía deviene en un lenguaje imposible de entender excepto para los entendidos lo que se hace es cerrar con un gran candado la reja de la sabiduría bajo el pretexto de la “iniciación”, cuando lo que se busca es simplemente administrar la entrada a gusto propio, siendo que la noticia real es que cualquiera que esté dispuesto a echarse a andar tiene la posibilidad de alcanzar la Verdad.
Por otra parte, cualquier lucha social debería ir acompañada de una idea trascendente. Lo que explica en gran parte el fracaso de los “socialismos reales” y su posterior mutación en ese engendro de la posmodernidad que es el progresismo es que creen que cambiando los factores materiales se genera un cambio en la esencia de manera automática. El sueño de la razón produce monstruos y eso se viene demostrando de forma cabal desde la Primera Guerra Mundial hasta hoy.
Roger de Garaudy, ‘Ali Shariatì, Leonardo Boff o Frei Betto por ejemplo serían buenos puntos de partida, precursores, pero es sintomático que ni marxistas ni musulmanes ni cristianos los tomen en serio totalmente. Para poder generar este discurso se necesita una mente sintética y de dialéctica profunda. Pero hoy sólo hay sacerdotes de su propia secta y nadie quiere hablar con el vecino. Esa es la causa de toda nuestra ruina y así seguirá hasta que el viento cambie de dirección.
Es una asignatura necesaria porque las teologías de la tiranía están más fuertes que nunca: está operando de forma destructiva (hacia dentro y hacia afuera) en las tres religiones monoteístas, y también en el pensamiento agnóstico, que hoy es más instrumental que nunca al sistema. Religiones como la hindú, la budista o las religiones indoamericanas padecen también de este mal, pero en forma más atenuada. Pero eso no quiere decir que no estén en una mejor situación. Para ellas habría que hacer otro llamado: el de la construcción de una Teología de la Impostura, de cómo se falsea lo trascendente para que la gente de buenos sentimientos pero pocas luces crean que están haciendo un cambio real en el mundo siendo que no hacen nada sino que entregarse a un exotismo de mal gusto. Cabe resaltar algo: la tiranía es propia del Tercer Mundo, la impostura es propia del Primero. El salafismo se alimenta de las capas marginales de la sociedad, el budismo light lo hace en las capas medias y acomodadas. El caso es que al Brave New World que se encuentra en vertiginosa construcción le urge sobremanera “deconstruir” los universos  simbólicos que le han dado sentido a la condición humana y reemplazarlos… con nada. De esta forma el gran espacio vacío se puede llenar con todo tipo de mercancías que los mercaderes del templo están desesperados por vender.




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